Lecturas sobre entornos Virtuales

LECTURA #1


   En los entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje, esta última concepción evaluativa toma especial relevancia, en tanto nos brindan la posibilidad de efectuar un seguimiento de cerca de lo que es el proceso de aprendizaje de cada uno de los participantes y a su vez dejar constancia de ello (en archivos electrónicos, e-portafolio, historial de participación en línea, etc.).
   Puentes y otros (2000), aseguran que: “La teleformación permite la posibilidad de realizar un seguimiento individualizado muy profundo del nivel de adquisición de conocimientos, habilidades y actitudes por parte de los alumnos” (p.113)


   En un proceso didáctico, cuando hacemos referencia a la acción de delinear, recoger, procesar y proporcionar información útil para la evaluación, estamos pensando en obtener evidencias que nos permitan apreciar el valor de los procesos y resultados desarrollados y obtenidos por cada uno de los participantes. En este sentido, la evaluación de los aprendizajes es hoy concebida como un proceso de comparación del desempeño estudiantil, con un patrón o criterios previamente establecidos, implícita o explícitamente (Camperos, 1990). 

   En tal sentido, la concepción evaluativa que asumimos en los entornos virtuales de enseñanza aprendizaje, se orienta a la valoración del aprendizaje del participante que hacemos al comparar: lo que este evidencia en su participación en las actividades planificadas y los criterios de evaluación derivados de los objetivos o competencias del curso. 
  Así, la evaluación de aprendizajes es el proceso de búsqueda de evidencias sobre conocimiento, habilidades o actitudes (saber, ser y hacer) de los participantes, con el objeto de efectuar la valoración, al compararlas con un ideal previamente definido y que suele estar descrito, de manera general, en las competencias u objetivos instruccionales del programa de formación. Rial (SF) al referirse a la evaluación por competencias, indica que: La valoración consiste en determinar como está la formación de una determinada competencia, tanto en el plano cualitativo como cuantitativo, para lo cual es necesario implementar procedimientos para ello, definir el tipo de valoración, establecer los momentos para llevar a cabo esta actividad con los estudiantes y describir los criterios de calidad de las evidencias. 

Competencias cuantitativas y cualitativas





    De esta manera, al referirnos a la evaluación, siempre se alude a la
valoración (sea esta en términos de objetivos o de competencias). Tal como recomienda el autor, dicha valoración como acto sistemático y riguroso, exige operacionalizar o llevar estas competencias u objetivos a niveles de mayor concreción, a fin de poder efectuar la comparación entre la evidencia, recogida a través de la actividad evaluativa, y el criterio o criterios de evaluación respectivos, con el propósito de tomar decisiones.
   Queda claro entonces que cuando se trata de la planificación de previsiones evaluativas, el docente debe partir de los objetivos o competencias del curso a fin de planificar actividades que nos permitan recoger las evidencias necesarias para la toma de decisiones. En tal sentido, nos referimos a evidencias y no a aprendizajes, en tanto que, estos últimos son abstractos e intangibles, se ubican en la estructura mental del sujeto que aprende, por lo que no podemos acceder a ellos de forma directa. 
   En tal sentido, el docente se vale de actividades e instrumentos evaluativos que le permitan observar evidencias de lo que el participante aprendió. Las evidencias son aquellas acciones (cognitivas o actitudinales) que podemos observar en los participantes, con relación a sus aprendizajes. Prendes y Castañeda (2010) indican que “La participación y la colaboración han de ser contempladas como dimensiones básicas de la evaluación en telenseñanza y por tanto han de redundar en la calificación final de los alumnos”, pero para evaluar estas dos dimensiones, tan importantes en los entornos virtuales, resulta fundamental determinar cuales evidencias nos permiten evaluarlas, para entonces identificar las actividades y herramientas tecnológicas pertinentes.




LECTURA #2

     Sin duda, las dimensiones anteriormente señaladas van a permitir comprender e interpretar mejor lo que significa y supone la evaluación de los aprendizajes en general y de los entornos virtuales de enseñanza en particular. Así, el compromiso con el cambio, la necesidad de investigar, las dificultades que encierra la puesta a punto de los medios para que funcionen y las relaciones entre lo tecnológico y lo educativo, son una realidad que está tácita y explícitamente presente en todo el quehacer profesional docente.
    Por otra parte, unida a la perspectiva general anteriormente mencionada, se presenta ahora otra más concreta, que ineludiblemente está vinculada con cualquier escenario de evaluación y que está en la base necesaria para tomar las decisiones adecuadas sobre para qué evaluar, qué evaluar, cómo, cuándo, con qué hacerlo y cómo comunicar los resultados.



    Sin duda, los retos que se plantean cuando hablamos de la evaluación de los aprendizajes de los alumnos en entornos virtuales son claros y, en sí, constituyen espacios para la reflexión y la investigación, además de ser ámbitos para tomar decisiones que tienen que ver con los resultados académicos del alumnado.
    Hablábamos de un ámbito para la reflexión y la investigación, sin duda apasionante y que supone la apertura a nuevas formas de pensar, fundamentar y sentir los espacios de la educación, muchos de ellos presentes en la actualidad. De esta forma se nos presentan retos que tenemos que abordar con optimismo y con confianza en su solución, tales como: los problemas para la “identificación” de los estudiantes, las opciones que presentan los distintos tipos de contenidos, las interrelaciones existentes entre los agentes implicados, las áreas que pueden y deben constituir la enseñanza y por lo tanto los aprendizajes y la evaluación, las herramientas que se pueden utilizar (desde lo razonable y posible) y la especificidad de éstas (Barberá, 2006) y el papel del profesor, entre otros.

Construir la enseñanza con herramientas evaluativas de entornos virtuales

     Por otra parte, la conciencia de los puntos fuertes (flexibilidad y perspectiva general del trabajo que se realiza) y débiles (tareas mecánicas realizadas con fechas de conclusión, trabajos sin ser analizados y problemas con los enfoques cualitativos) de estos escenarios de la enseñanza nos marcan claramente por dónde y cómo abordar esta tarea de la enseñanza que, sin ninguna duda, ocupa y ocupará gran parte del quehacer práctico y teórico de los docentes e investigadores.
    Así pues, se ha de entender esta aportación como una propuesta y no hacerlo en absoluto como una fórmula que debe seguirse automáticamente. En el sentido anterior, no se nos puede olvidar que la necesidad de contar con buenos evaluadores y buenas evaluaciones, obliga a fundamentar, sistematizar y concretar los referentes de los que hay que partir para tomar decisiones, de los que destacamos:
    Los ámbitos de los entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje donde quedan registrados los aprendizajes del alumnado (comunicación, contenidos, información y recursos), la función que tiene la evaluación (la evaluación como examen y como formación), el contenido que se quiere evaluar (hechos, conceptos, modos y maneras de tratar con conocimientos específicos y principios generales) y los instrumentos para evaluar, que resumimos en la figura siguiente.

El rol del docente en la evaluación en entornos virtuales deben ser innovador y flexible

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